miércoles, 15 de septiembre de 2010

Bicentenario de la insurgencia independentista mexicana


¡México, México!.
Quiero gritar fuerte qué bonita nación.
¡México, México!.
Verde, blanco y rojo pintan mi corazón.
¡México, México!.
Corro por tus playas y me besa tu sol.
¡México, México!.
Ser tu ciudadano es privilegio y honor.

Aquí estoy, ¡oh México!.
Todas mis estrellas brillarán para ti.
Si me voy, ¡oh México!, nunca,
por muy lejos, yo me olvido de ti.

¡México, México!.
Águila azteca que en América está.
¡México, México!.
Cuéntame tu historia que la quiero escuchar

¡México, México!.
"M", "E", acento, "X", "I", "C" y "O".
!México, México!.

El cocker

Había sido una larga noche. Nuestra Cocker Spaniel negra, Preciosa, tenía problemas al parir. Yo yacía en el piso junto a su jaula de cuatro pies cuadrados, observando cada uno de sus movimientos. Observando y esperando, en caso de que tuviera que llevarla de urgencia al veterinario. Tras de seis horas, los cachorros comenzaron a aparecer. El primogénito fue blanco y negro. El segundo y tercer cachorros fueron de color café claro y chocolate. El cuarto y quinto también tenían manchas blancas y negras.
“Uno, dos, tres, cuatro, cinco”, conté para mí mismo mientras caminaba por el pasillo a despertar a mi esposa, Judy, y decirle que todo estaba bien.
Al regresar por el pasillo de vuelta a la habitación extra, noté un sexto cachorro que había nacido y que ahora yacía por sí mismo a un lado de la jaula. Tomé al cachorrito y lo coloqué sobre el gran tumulto de cachorritos que gemían e intentaban mamar de la madre. Preciosa inmediatamente apartó al cachorrito del resto del grupo. Ella rehusó reconocerlo como un miembro de su familia. “Algo está mal”, dijo Judy.
Me incliné y recogí al cachorrito. Mi corazón se encogió dentro de mi pecho cuando vi que el cachorrito tenía el labio y palatinos partidos y que no podía cerrar su hociquito. Decidí en ese momento que si había alguna manera de salvar a este animal, yo iba a darle mi mejor esfuerzo.
Tomé el cachorrito, fui al veterinario y me dijo que nada podía hacerse a menos que estuviésemos dispuestos a invertir como mil dólares para intentar corregir el defecto. Nos dijo que el cachorrito moriría principalmente porque no podía chupar. Tras regresar a casa, Judy y yo decidimos que no podíamos darnos el lujo de invertir esa cantidad de dinero sin recibir algún tipo de seguridad del veterinario que el cachorrito tendría una posibilidad de vivir. Sin embargo, eso no me impidió comprar una hipodérmica y alimentar al cachorrito a mano, lo que hice cada día y noche, cada dos horas, por más de diez días. El cachorrito sobrevivió y aprendió a comer por su cuenta siempre y cuando fuese comida suave enlatada.
La quinta semana coloqué un anuncio en el periódico y, en una semana, teníamos gente interesada en todos los cachorritos, excepto en el que tenía la deformidad. Una tarde fui a la tienda a recoger unos pocos abarrotes.
Al regresar pude ver a la vieja maestra jubilada que vivía al otro lado de nuestra calle, haciéndome señas. Había leído en el periódico que teníamos cachorritos y se preguntaba si podría obtener uno para su nieto y su familia.
Le dije que todos los cachorritos habían hallado hogares pero que mantendría mis ojos abiertos por si alguien más tenía Cocker Spaniels disponibles. También mencioné que si alguien cambiaba de opinión, le dejaría saber. En cuestión de días, todos excepto uno de los cachorros habían sido recogidos por sus nuevas familias. Esto me dejó con un Cocker café claro además del cachorrito con el defecto.
Pasaron dos días sin que oyésemos nada de parte del caballero al que le habíamos prometido el cachorrito café claro. Le telefoneé a la maestra y le dije que me quedaba un cachorrito y que era bienvenida a verlo. Me dijo que recogería a su nieto y que vendría como a las ocho de la noche. Esa noche, como a las siete y media, Judy y yo estábamos cenando cuando oímos a alguien tocando a la puerta del frente. Cuando abrimos la puerta, el hombre que había solicitado el cachorrito café claro estaba allí.
Entramos, arreglamos los detalles de adopción y le entregamos el cachorrito. Judy y yo no sabíamos que haríamos o diríamos cuando la maestra se apareciese con su nieto.
Exactamente a las ocho de la noche, el timbre de la puerta sonó. Abrí la puerta y allí estaba la maestra con su nieto junto a ella. Le expliqué que el hombre había venido por el cachorrito después de todo y que no quedaban cachorritos. “Lo siento, Jeffery. Hallaron hogares para todos los cachorritos”, le dijo a su nieto.
Justo en ese momento, el cachorrito que quedaba en el dormitorio comenzó a gemir. “¡Mi cachorrito! ¡Mi cachorrito!” gritó el niñito al salir corriendo de atrás de su abuela.
Casi me desmayo cuando me di cuenta de que el niñito también tenía el labio y palatino partidos. El niño me pasó al lado tan rápido como pudo, yendo por el pasillo hasta donde estaba el cachorrito seguía gimiendo. Cuando nosotros tres llegamos a la habitación, el pequeñín sostenía al cachorrito en sus brazos. Miró a su abuela y dijo: “Mira, Abuela. Ellos hallaron hogares para todos los cachorritos excepto para el bonito y se ve justo como yo”.
La maestra se volteó a nosotros: “¿Está disponible este cachorrito?” “Sí”, le contesté. “Ese cachorrito está disponible”.
El niñito, que ahora abrazaba al cachorrito, agregó: “Mi abuela me dijo que este tipo de cachorritos son realmente caros y que tengo que cuidarlo bien”. La dama abrió su bolso, pero yo me le acerqué y aparté su mano de manera que no pudiese extraer su billetera. “¿Cuánto piensas que cuesta este cachorrito?” le pregunté al niño. “¿Cómo un dólar?” “No. Este cachorrito es muy, muy costoso”, contestó él.
“¿Más de un dólar?” le pregunté. “Me temo que sí”, dijo su abuela. El niño se quedó de pie abrazando al cachorrito contra su mejilla. “No podemos venderlo por menos de dos dólares”, dijo Judy, apretando mi mano. “Como dijiste, es el bonito”.
La maestro sacó los dos dólares y se los entregó al muchacho. “Es tu perro ahora, Jeffery. Tú, págale al hombre”. Todavía abrazando al cachorrito con fuerza, el niño me entregó el dinero orgulloso. Cualquier preocupación que tenía sobre el futuro del cachorrito se fue.
Todavía mantengo la imagen del niñito y su cachorrito. Creo que debe ser un sentimiento maravilloso para todo jovencito el mirarse al espejo y ver nada más excepto al “bonito”.

La ventana

Una pareja de recién casados, se mudó para un barrio muy tranquilo. En la primera mañana en la casa, mientras tomaba café, la mujer reparó a través de la ventana, que una vecina colgaba sábanas en el tendedero.
Que sábanas tan sucias cuelga la vecina en el tendedero…! Quizás necesita un jabón nuevo… ¡Ojala pudiera ayudarla a lavar las sábanas!
El marido miró y quedó callado. Y así, cada dos o tres días, la mujer repetía su discurso, mientras la vecina tendía sus ropas al sol y el viento.
Al mes, la mujer se sorprendió al ver a la vecina tendiendo las sábanas limpiecitas, y dijo al marido: ¡Mira, ella aprendió a lavar la ropa!
¿Le enseñaría otra vecina?
El marido le respondió: ¡No, hoy me levanté más temprano y lavé los vidrios de nuestra ventana!
Y la vida es así, todo depende de la limpieza de la ventana, a través de la cual observamos los hechos.
Es fácil juzgar a los demás sin darnos cuenta que la situación errada está es en nosotros.
Limpiemos las ventanas de nuestra vida antes de mirar a los demás.

Imposible atravesar la vida

Sin que un trabajo salga mal hecho
Sin que una amistad cause decepción
Sin padecer algún quebranto de salud,
Sin que un amor nos abandone
Sin que nadie de la familia fallezca
Sin equivocarse en un negocio
“Uno crece cuando no hay vacío de esperanza, ni debilitamiento de voluntad, ni pérdida de fe”.

Uno crece…

Cuando acepta la realidad y tiene aplomo para vivirla.
Cuando acepta su destino, pero tiene la voluntad de trabajar para cambiarlo.
Crece cuando se supera, se valora, y sabe dar frutos.
Crece cuando se abre camino dejando huellas, asimilando experiencias, ¡Y sembrando raíces!
Crece cuando se impone metas, sin importarle comentarios negativos ni prejuicios, cuando da ejemplos sin importarle burlas, ni desdenes, cuando cumple con su labor.
Crece cuando se es fuerte por carácter, sostenido por formación, sensible por temperamento… ¡Y humano por nacimiento!
Crece cuando enfrenta el invierno aunque pierda las hojas.
Recoge flores aunque tengan espinas y marca camino aunque se levante el polvo.
Uno crece cuando se es capaz de afianzarse con residuos de ilusiones, capaz de perfumarse, con residuos de flores… ¡Y de encenderse con residuos de amor…!
Uno crece ayudando a sus semejantes, conociéndose a sí mismo y dándole a la vida más de lo que recibe. Uno crece cuando se planta para no retroceder…
Cuando se defiende como águila para no dejar de volar…
Cuando se clava como ancla y se ilumina como estrella.
Y crece cuando CREE, ESPERA Y CONFIA EN SI MISMO.
“Uno crece asimilando lo que deja por detrás, construyendo lo que tiene por delante y proyectando lo que puede ser el porvenir”.

La historia del perro fiel

Una pareja de jóvenes tenía varios años de casados y nunca pudo tener hijos.
Para no sentirse tan solos compraron un cachorro Pastor Alemán, el cual criaron como si fuera su propio hijo.

El cachorro creció hasta convertirse en un grande y hermoso Pastor Alemán. El perro salvó en más de una ocasión a la pareja de ser atacada por los ladrones. Siempre era un perro fiel a sus dueños contra cualquier peligro.

Luego de 7 años de tener al perro, la pareja logró tener al hijo tan ansiado, la pareja estaba tan contenta con su nuevo hijo que disminuyeron las atenciones que tenían para con el perro. Éste se sintió relegado y comenzó a tener celos del bebé. Gruñía cuando sus dueños paseaban al bebé y no era el perro cariñoso y fiel que tuvieron durante 7 años.

Un día la pareja dejó al bebé plácidamente durmiendo en la cuna, mientras preparaban una carne en la terraza, cual no sería su sorpresa, cuando al dirigirse al cuarto del bebé, ven al perro con la boca ensangrentada moviendo la cola.

El dueño del perro pensó lo peor, sacó un arma y en el acto mató al perro. Corrieron al cuarto del bebé y con gran asombro lo encontraron tranquilamente durmiendo. En la parte debajo de la cuna del bebé encontraron una serpiente degollada.

El dueño lloró amargamente lamentándose: “He matado a mi perro fiel”.

Cuántas veces hemos juzgado injustamente a las personas. Lo que es peor, las juzgamos y las condenamos sin investigar a qué se debe su comportamiento, cuáles son sus pensamientos y sentimientos.

Muchos amigos fieles hemos “matado” por no aclarar una situación, muchas veces las cosas no son tan malas como parecen, sino todo lo contrario. La próxima vez que nos sintamos tentados a juzgar y condenar a alguien recordaremos La Historia del Perro Fiel.

La grandeza del Mar...

¿Sabes por qué el mar es tan grande
¿Tan inmenso?
¿Tan poderoso ?

Porque tuvo la humildad de ponerse algunos centímetros abajo de todos los ríos.
Sabiendo recibir, se volvió grande.

Si quisiera ser el primero, muchos centímetros encima de todos los ríos, no sería mar, sino isla.
Toda su agua iría para los otros y estaría aislado.

La pérdida forma parte de la vida.
La caída forma parte de la vida.
La muerte forma parte de la vida.

Es imposible vivir en plena satisfacción.
Necesitamos aprender a perder, a caer, a equivocarnos y a morir.

Imposible ganar sin saber perder.
Imposible andar sin saber caer.
Imposible acertar sin equivocarse.
Imposible vivir sin saber vivir.

Si tú aprendes a perder, a caer, a equivocarte, nadie podrá controlarte.
Porque lo máximo que te puede ocurrir es caer, errar y perder.
Y esto tú ya lo sabes.

Bienaventurado aquel que ya consigue recibir con la misma naturalidad
el logro y la pérdida...
el acierto y el error...
el triunfo y la caída...