jueves, 12 de agosto de 2010

La ostra

Había una vez una ostra cuya historia cuento, que halló que algo de arena se había metido en su concha. Era tan solo un grano, pero le produjo gran dolor ya que las ostras tienen sentimientos aunque sean tan simples. Ahora, ¿minimizó ella las ásperas labores del destino que la llevó a tan deplorable estado? ¿Maldijo al gobierno, reclamó elecciones, y demandó que el mar debió haberle brindado protección?
No, se dijo a sí misma mientras yacía en una concha, ya que no puedo removerla, intentaré mejorarla. Ahora los años han pasado, como los años siempre lo hacen. Y llegó a este su destino final: un guisado.
Y el diminuto grano de arena que tanto la había molestado era un hermosa perla preciosamente radiante. Ahora el cuento tiene una moraleja, ya que ¿no es maravilloso lo que una ostra puede hacer con un bocado de arena?
¿Qué no podríamos hacer si tan solo comenzásemos con algunas de las cosas que nos molestan?

Caminando solo una milla

Gene Marine, editor del Bellefontaine Examiner envió una vez a un joven reportero de deportes a cubrir un importante juego, pero cuando el joven regresó, no traía la historia. Marine le preguntó por qué y el reportero le contestó:
—No hubo juego.

—¿Que no hubo juego? ¿Qué ocurrió?

—El estadio se vino abajo—respondió el reportero.

—Entonces, ¿dónde está la crónica del derrumbe del estadio?—preguntó el editor.

—Usted no me dijo que cubriera eso, señor—respondió el reportero.

El potencial de una noticia sensacional se hizo agua por la incapacidad de un joven de pensar bien.
La confiabilidad significa más que sólo querer ser responsable. Este deseo debe complementarse con un buen juicio que permita ser de valor real para el equipo.

Son muchas las personas que viven solo para hacer lo que les dicen que hagan. Una puerta se abre muy grande para aquel que hace mucho más de lo que le piden. No seas de los que caminan solo una milla, eres llamado para ser de los que caminan una milla extra, porque a esos se les abren las nuevas oportunidades. Hoy es un día muy bueno para caminar una milla extra.

No anhele.... Decida !!!!!

Mientras esperaba para recoger a un amigo en el aeropuerto de Portland, Oregon, tuve una de esas experiencias de que uno oye a la gente comentar y que le cambian a uno la vida. Ustedes saben, la clase que nos salta de repente. Bueno, ¡esta tuvo lugar a apenas sesenta centímetros de mí! Esforzándome en ubicar a mi amigo entre los pasajeros desembarcando, observe a un hombre que se dirigía hacia mí llevando dos maletas ligeras. Se detuvo justo junto a mí para saludar a su familia.

Primero, le hizo señas a su hijo menor (quizás de seis años) mientras dejaba caer sus maletas. Se dieron un largo y conmovedor abrazo. Al separarse lo suficiente para verse los rostros, oí al padre decir: “¡Qué bueno es verte, hijo. Te extrañé tanto!” Su hijo sonrió de manera algo tímida, esquivó la mirada y contestó suavemente: “¡Yo también, Papá!”

Entonces el hombre se paró, mirando a su hijo mayor (quizás de 9) y mientras abrazaba el rostro de su hijo con sus manos dijo: “Ya eres un hombrecito. ¡Te amo mucho, Zach!” Ellos también se abrazaron fuertemente. Su hijo no dijo nada. No hacía falta una respuesta.

Mientras esto pasaba, una bebé (quizás de año y medio) se revolvía entusiasmada en los brazos de su madre, sin quitar por un momento sus ojitos de la maravillosa escena de su padre que regresaba. El hombre dijo: “¡Hola, nenita!” mientras tomaba suavemente a la niña de los brazos de su madre. Rápidamente besó su rostro una y otra vez y la abrazó contra su pecho mientras la mecía de un lado para el otro.

La nenita se relajó instantáneamente y simplemente dejó caer su cabeza sobre su hombro y se quedó quieta de puro gozo.

Tras varios momentos, le pasó a su hija a su hijo mayor y declarò: “¡He reservado lo mejor para lo último!” y procedió a darle a su esposa el más largo y apasionado beso que recuerdo haber visto. Él la miró a sus ojos por varios segundos y entonces dijo suavemente: “¡Te quiero tanto!” Se miraron a los ojos mutuamente, sonriéndose el uno al otro mientras se tomaban de las manos. Por un instante, me parecieron recién casados pero sabía por la edad de sus hijos que no podían serlo.

Me maravillé por un momento y entonces me di cuenta cuán totalmente estaba absorto en el hermoso despliegue de amor incondicional a una distancia no mayor de un brazo extendido de mí. De repente, me sentí incómodo, como si estuviese invadiendo algo sagrado, pero me sorprendí al escuchar mi propia voz preguntar nerviosamente: “¡Wow! ¿Qué tiempo tienen de casados?”

“Hemos estado juntos catorce años por todo y casados los últimos doce”, contestó sin quitar la mirada del rostro de su encantadora esposa.

“Bueno, entonces, ¿por cuánto tiempo han estado separados?” pregunté. El hombre finalmente me miró, todavía manteniendo su jovial sonrisa y me dijo: “¡Dos días completos!”

¿Dos días? ¡Quedé anonadado! Estaba seguro de que por la intensidad del saludo que había presenciado habrían estado separados por al menos varias semanas, sino meses, y sé que mi expresión facial delató mis pensamientos. Así que, de manera casi casual y deseando terminar mi intromisión con alguna semblanza de gracia (y volver a buscar a mi amigo), le dije: “¡Espero que mi matrimonio se mantenga tan apasionado después de doce años!”

El hombre repentinamente dejó de sonreír. Me miró directo a los ojos, y con una intensidad que me quemó hasta el alma, me dijo algo que me dejó como una persona diferente. Él me dijo: “No lo anhele, amigo… decídalo”. Entonces mostró nuevamente su maravillosa sonrisa, estrechó mi mano y dijo: “¡Que Dios lo bendiga!” Con eso, él y su familia se voltearon y se alejaron juntos rápidamente.

Todavía observaba a aquel hombre especial y su excepcional familia alejarse de mi vista cuando mi amigo se me acercó y preguntó: “¿Qué es lo que estás mirando?” Sin dudar un instante y con un curioso sentido de certeza le contesté: “¡Mi futuro!”

La gente que me gusta....

Me gusta la gente que vibra, que no hay que empujarla, que no hay que decirle que haga las cosas, sino que sabe lo que hay que hacer y que lo hace. Me gusta la gente justa con su gente y consigo misma, pero que no pierda de vista que somos humanos y nos podemos equivocar. –Mario Benedetti

Sólo porque alguien no te ame como tu quieres, no significa que no te ame con todo su ser. –Gabriel José García Márquez

Hay tantas cosas para gozar y nuestro paso por la Tierra es tan corto, que sufrir es una pérdida de tiempo. Además, el universo siempre está dispuesto a complacernos, por eso estamos rodeados de buenas noticias. Cada mañana es una buena noticia. Cada niño que nace es una buena noticia, cada cantor es una buena noticia, porque cada cantor es un soldado menos, por eso hay que cuidarse del que no canta porque algo esconde. –Facundo Cabral

Señor, Ayúdame a decir la verdad delante de los fuertes y a no decir mentiras para ganarme el aplauso de los débiles. Si me das fortuna, no me quites la razón. Si me das éxito, no me quites la humildad. Si me das humildad, no me quites la dignidad. Ayúdame siempre a ver la otra cara de la medalla, no me dejes inculpar de traición a los demás por no pensar igual que yo. Enséñame a querer a la gente como a ti mismo y a no juzgarme como a los demás. No me dejes caer en el orgullo si triunfo, ni en la desesperación si fracaso. Más bien, recuérdame que el fracaso es la experiencia que precede al triunfo. –Mahatma Gandhi

La vida es una obra de teatro que no permite ensayos… Por eso, canta, ríe, baila, llora y vive intensamente cada momento de tu vida… antes que el telón baje y la obra termine sin aplausos. –Charles Chaplin

Recuerda que cualquier momento es bueno para comenzar y que ninguno es tan terrible para claudicar. No olvides que la causa de tu presente es tu pasado así como la causa de tu futuro será tu presente. Aprende de los audaces, de los fuertes, de quien no acepta situaciones, de quien vivirá a pesar de todo, piensa menos en tus problemas y más en tu trabajo y tus problemas sin alimentarlos morirán. Aprende a nacer desde el dolor y a ser más grande que el más grande de los obstáculos. –Pablo Neruda

Quien conoce a los hombres es inteligente. Quien se conoce a si mismo es iluminado. Quien vence a los otros posee fuerza. Quien se vence a si mismo es aún más fuerte. Quien se conforma con lo que tiene es rico. Quien obra con vigor posee voluntad. Quien se mantiene donde encontró su hogar, perdura largamente. Morir y no perecer, es la verdadera longevidad. –Lao Tse

Todos los días Dios nos da un momento en que es posible cambiar todo lo que nos hace infelices. El instante mágico es el momento en que un sí o un no pueden cambiar toda nuestra existencia. –Paulo Coelho

Admitamos que hayas resuelto el enigma de la Creación. Pero ¿cuál es tu destino? Admitamos que hayas despojado de todas sus vestiduras a la Verdad. Pero ¿cuál es tu destino? Admitamos que hayas vivido cien años felices y que te esperen cien más. Pero ¿Cual es tu destino? –Omar Khayyam

Si en verdad queremos amar, tenemos que aprender a perdonar. –Madre Teresa de Calcuta

Dios no manda cosas imposibles, sino que, al mandar lo que manda, te invita a hacer lo que puedas y pedir lo que no puedas y te ayuda para que puedas. Si quieres conocer a una persona, no le preguntes lo que piensa sino lo que ama. Aprueba a los buenos, tolera a los malos y ámalos a todos. Cuando oramos hablamos con Dios, pero cuando leemos su palabra es Dios quien habla con nosotros. –San Agustín

¿Quieres ser feliz por un instante? ¡Véngate! ¿Quieres ser feliz para siempre? ¡Perdona! –Tertuliano

El Rey sin dientes

Una sabia y conocida anécdota árabe dice que en una ocasión, un Sultán soñó que había perdido todos los dientes. Después de despertar, mandó a llamar a un adivino para que interpretase su sueño.
“¡Qué desgracia, mi Señor!” exclamó el adivino, “cada diente caído representa la pérdida de un pariente de vuestra Majestad”.
“¡Qué insolencia!” gritó el Sultán enfurecido, “¿Cómo te atreves a decirme semejante cosa? ¡Fuera de aquí!” Llamó a su guardia y ordenó que le dieran cien latigazos.

Más tarde ordenó que le trajesen a otro adivino y le contó lo que había soñado. Éste, después de escuchar al Sultán con atención, le dijo: “¡Excelso Señor! Gran felicidad os ha sido reservada… ¡El sueño significa que sobreviviréis a todos vuestros parientes!”
Iluminóse el semblante del Sultán con una gran sonrisa y ordenó le dieran cien monedas de oro.

Cuando éste salía del palacio, uno de los cortesanos le dijo admirado: “No es posible! La interpretación que habéis hecho de los sueños es la misma que la del primer adivino. No entiendo porque al primero le pagó con cien latigazos y a ti con cien monedas de oro.
“Recuerda bien, amigo mío”, respondió el segundo adivino, “que todo depende de la forma en el decir… uno de los grandes desafíos de la humanidad es aprender el arte de comunicarse”.

De la comunicación depende, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Que la verdad debe ser dicha en cualquier situación, de esto no cabe duda, más la forma conque debe ser comunicada es lo que provoca, en algunos casos, grandes problemas.
La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado embalaje y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.